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El amor según la Joven

Imagen del pase gráfico de la propuesta de la Joven CNTC, "En otro reino extraño"

El confinamiento primaveral nos ha traído una propuesta algo extraña para protagonizar el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. En vez de Compañía Nacional de Teatro, tenemos de titular a la Joven Compañía. Y en vez de una obra… no sé, algo así como un billete para asistir a las conversaciones sobre el amor, sobre cómo sienten el amor, un grupo de jóvenes, un grupo cultureta claro, que lo conforman actores y futuras estrellas de la cosa del escenario. Hablan del amor de la mano de Lope de Vega, lo cantan (muy bueno el rap y el heavy), le llevan la contraria, lo bailan, reivindican el amor libre, porque se decide, no del otro, el poliamor, la homosexualidad o no. Y hay su poquito de reivindicación feminista. Y lo intercalan con sus conversaciones de Zoom cuarenténicas. Para un examen, pasan de aprobado, nos vamos como poco al notable, porque son polivalentes, el espectáculo tiene cierto ritmo, son agradables, graciosos incluso.

 
¿Cuál es entonces el problema? Básicamente, que llega un momento en el que te descubres pensando que a ti, al tipo que está en el patio de butacas con la mascarilla puesta, le importa muy poco lo que otros piensen del amor, que un rato vale, venga, por qué no, que todos somos un poco cotillas, pero ya, un rato solo, no hora y media casi. Especialmente porque no hay muchas cosas nuevas que pensar y decir de una cosa tan vulgar, por mucho que cada generación tenga que descubrirlo por sí misma. La grandeza de Lope, de sus poesías de juventud, del monólogo casi senil de El castigo sin venganza, no radica en su manera de ver y sentir el amor, sino en su manera de contárnoslo, de hacernos sufrir y gozar con Federico o el pastor Albano o Belisa o Filis o Camila Lucinda. 
 
Lope lo tenía claro: “el que lo probó, lo sabe”. No merece la pena el cuento, sino las delicadezas que va bordando el mismo. 
 
Hubo un momento en el que viendo el escenario repleto de jóvenes, sonrientes y atrevidos, pareció que Ana Diosdado había escrito de nuevo Los ochenta son nuestros, pero luego se entregaron al yoísmo, al yo dije y yo pienso, borrando las referencias generacionales para centrarse en las personales. Y ahí, paradójicamente en lo más íntimo, el amor se vuelve muy vulgar y deja de interesar a todos menos a los que viven en ese otro reino extraño que da nombre al espectáculo, esa Arcadia en la que todos, o casi todos, hemos estado.
 
La obra está dirigida por David Boceta, que formó parte de la Joven Compañía, es decir, que el proyecto funciona porque empieza a retroalimentarse. Y lo interpretan Anna Maruny, Aisa Pérez, Alba Recondo, Irene Serrano, Íñigo Álvarez De Lara, José Cobertera, Mariano Estudillo, Alejandro Pau, Pau Quero, Víctor Sáinz, Fernando Trujillo y José Luis Verguizas. Se les puede ver en el Adolfo Marsillach hasta el 26 de julio, pero no vayan el día 20 que descansan.
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