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Gregor Acuña-Pohl: “He intentado ceñirme al personaje histórico y hacer de ello un ballet interesante para el público”

 

¿Cómo era el personaje histórico de la Bella Otero?

Tras haber leído unas siete biografías, incluida su autobiografía, la imagen que me sugiere es la de una mujer que se inventó a sí misma. Fue una niña que salió de un infierno, causado por la violencia y el abandono, y se transformó a través de la música, la danza y el arte en una mujer que llegó a alcanzar las estrellas. Logró todo lo que uno puede aspirar como artista; ser una diva del Folies Bergère, y codearse con la élite de la Europa de finales del siglo XIX, pero que no encontró la felicidad. Decía que jugar a la ruleta era su mayor pasión. Vivió durante más de 50 años en soledad, aislada del resto del mundo, rodeada tan solo de sus recuerdos

 

¿Cómo es el personaje que has creado para esta obra?

Lo más importante para mí era mostrar una persona con mucho magnetismo, carisma y fuerza. He intentado destilar al máximo la esencia sin perder los puntos más importantes, dejando fuera lo anecdótico. Me parecía esencial saber de dónde venía, y cómo a través del arte, unido a su talento, va saliendo de ese pozo, siempre acompañada de algún hombre, e inspirada también por la lucha por la libertad del personaje de Carmen. Vemos su ascenso y caída hasta terminar en soledad, habiendo dilapidado su fortuna en los casinos, con el recuerdo de lo que fue su vida.

 

¿Por qué crees que puede ser interesante para el público actual conocer su vida?

Creo que los grandes nombres, sean mitos, leyendas o basados en hechos reales, siempre llaman la atención del público. Diría que incluso es más interesante cuando están basados en hechos reales. Un personaje como la Bella Otero, que tuvo fama mundial, y encima era española, pertenece a nuestro patrimonio. Siempre es interesante conocer a nuestras grandes figuras históricas, mucho más si son del mundo del arte o la cultura. La Bella Otero es una invitación a conocer este personaje desconocido cuyo nombre nos suena a todos.

 

¿En qué aspectos de su vida decidiste centrarte para contar su historia con música y danza?

Al leer una y otra vez sus biografías, yo buscaba aquellos momentos que más me llevaban a un espacio escénico bailable, que pudieran expresarse a través de la danza. Para mí era muy importante comenzar con la romería en el pueblo gallego y crear el contraste con la agresión que sufre. También fue para ella muy importante asistir a una representación de la ópera Carmen, de Bizet, porque le afectó hasta el punto de llegar a anunciar que ella era la hija de la auténtica Carmen y que había nacido en Andalucía en lugar de en Galicia. También, quería recrear un café cantante como inicio de su carrera artística, así como el Folies Bergère y el casino de Montecarlo. La gira mundial y su llegada a París, donde la transforman en una mujer sofisticada preparada para codearse con la alta sociedad, también son momentos que me divertía incluir. También me parecía muy escenificable que hubiera celebrado su 30 cumpleaños rodeada de seis reyes. Para el final, quise cerrar la obra uniendo el momento en el que ella autoproduce Carmen para poder protagonizarla aunque no fuera cantante con su encuentro con Rasputín.

 

¿Tuviste que dejar fuera alguno importante o que te hubiera gustado incluir?

Siempre hay que sacrificar cosas en favor del ritmo. De forma conjunta con Rubén Olmo, lo que decidimos dejar fuera son detalles literarios como el verso que le dedicó el poeta cubano José Martí; la escena de Divinas palabras, de Valle Inclán, donde dos personajes hablan sobre la Bella Otero; o el fragmento de su autobiografía en el que ella se define. También investigué cuáles eran los números musicales que más gustaban al público del Folies Bergère. Me hubiera gustado incluir uno en el que las chicas atraían a personas del público al escenario con cañas larguísimas, lo que hace al espectáculo más participativo, pero alarga el espectáculo. Igual que un número muy picante y divertido de las hermanas Barrison, pero se quedaba fuera de la línea argumental. Tampoco añadimos todos los hombres que se suicidaron por ella.

 

¿Cómo fue el proceso de investigación?

Fue un proceso apasionante. Rubén me ofreció escribir esta historia en la primavera de 2019 y lo primero que hice fue leer todos los libros escritos sobre ella. Cada autor ofrece un enfoque distinto y destaca unos detalles concretos. Además, me fui con mi familia a París a pisar las huellas de la Bella Otero: cenamos en Maxim’s, investigué la documentación histórica… Después estuve en Valga, donde hay un museo dedicado a ella y una casa restaurada de la época. Fue una inmersión total.

 

¿Qué es lo que más te sorprendió descubrir?

Adentrarse en su vida desde el principio es una sorpresa tras otra, desde descubrir que fue violada, porque solo unos pocos libros lo mencionaban, hasta que se inventara un origen andaluz o que declarara abiertamente que sus dos grandes pasiones eran ganar en la ruleta y perder en la ruleta. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, en 1914, el Casino de Montecarlo la invitó a refugiarse en el Hôtel de Paris, propiedad del casino, y vivió allí gratis. Me gustó que conociera a gente tan importante, incluyendo al rey de España Alfonso XIII. Según algunas versiones, ella le desvirgó a los 13 años. Lo más divertido es que se inventó una hermana gemela. Cuando era mayor y no quería atender a los periodistas que querían entrevistarla, les decía que la Bella Otero había fallecido y ella era su hermana gemela.

 

¿Es complicado no caer en la simplificación al resumir la biografía de una persona?

Al escribir un argumento sobre una vida tan compleja evidentemente hay que simplificar. Pero no estamos haciendo un juicio de valor sobre lo que está bien o mal; solo intentamos ser fieles a la realidad, a la vez que hacemos atractivo el argumento para el espectador. La danza debe emocionar antes que emitir juicios. Tampoco queremos limpiar la imagen de la Bella Otero. He intentado ceñirme al personaje histórico y hacer de ello un ballet interesante para el público. Después, que cada uno saque sus conclusiones sobre el personaje.

 

¿Qué tipo de persona o profesional sería La Bella Otero si viviera ahora? ¿Te atreves a mencionar alguna Bella Otero actual?

Sería alguien que ha llegado a lo más alto de su profesión. Alguien muy famoso. No conozco a nadie que haya tenido un origen tan humilde y con un pasado de maltrato y que haya podido triunfar gracias a su talento y su ambición.

 

¿En qué se diferencia (si lo hace) escribir para un ballet frente a para una obra de teatro o cine?

Soy un dramaturgo a medias. No he escrito un texto. Me he especializado en los últimos años en trabajar para danza, ayudando a los coreógrafos a que el público pueda entender el concepto de sus coreografías. Yo me baso en contar historias a través de un lenguaje no verbal, el movimiento; no me atrevería a escribir teatro o cine. Es más difícil para mí, porque vengo del mundo del teatro gestual. Me declaro un bailarín frustrado. He estado cerca del mundo de la danza durante muchos años, aunque no he sido coreógrafo ni bailarín. Lo que me apasiona es ayudarles a que llegue al público el mensaje que tienen en su cabeza, que puede ser una historia, un concepto o una idea, como la masculinidad en La maldición de los hombres Malboro, de Isabel Vázquez, o el poder y la ambición en Empty Thrones, de Richard Wherlock.

 

¿La Bella Otero es un proyecto nuevo dentro de tu carrera, es un camino que querías recorrer desde hace tiempo o no te lo habías planteado nunca?

Estudié en el Instituto del Teatro de Sevilla y toda mi vida he trabajado como actor. Siempre me ha gustado la danza que cuenta algo, que yo sea capaz de seguir como espectador. Llevo casado con una bailarina y coreógrafa más de 30 años y he crecido con ella en la dramaturgia para danza. La primera dramaturga de danza que conocí fue Natalia Menéndez. También me impactó mucho la compañía inglesa DV8 Physical Theatre, de Lloyd Newson, así como las piezas de danza teatro de Pina Bausch. La dramaturgia para danza es algo que me llama la atención y me apasiona, porque creo que soy útil, y porque me gusta la danza y la comunicación no verbal. A raíz del trabajo que he hecho con Johan Inger me han empezado a llamar otros coreógrafos. Esta es mi primer trabajo para Rubén Olmo, aunque le conocía desde que él trabajaba en la compañía Metros, de Ramón Oller, y había visto después sus trabajos Belmonte y Pinocchio.

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