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Uruguay exhibe estos días el espectáculo ganador del Certamen Almagro Off 2017

 

A secreto agravio, secreta venganza

Los inspectores Delgado y Ferrer investigan la aparición de un cuerpo en el puerto de Lisboa. Los interrogatorios y recuerdos de los personajes apuntarán a Don Lope de Almeida, noble portugués, cuya mujer murió en un terrible incendio pocos días antes de la aparición del cadáver. Una fadista, a modo de corifeo, narra con sus canciones los hechos y las consecuencias de la trágica historia, como si de un fado se tratase, mientras la pareja de policías interroga en comisaría a testigos y sospechosos del doble asesinato.

Hace un siglo, Menéndez Pelayo definió A secreto agravio, secreta venganza como una obra radicalmente inmoral. Juan Eugenio de Hartzenbusch, por el contrario, la distinguió como una de las mejores obras de Calderón de la Barca. Y es que el “honor calderoniano” es un honor cruelmente severo e inflexible, en cuyo nombre la venganza es siempre lícita.   En los dramas de honor el motivo central se basa en la recuperación o defensa del mismo. Un inocente flirteo de la dama con otro galán se puede convertir en una amenaza seria de adulterio y, por tanto, de deshonra. Así surge el término genérico de origen inglés, wife-murder plays, o lo que es lo mismo, “dramas de uxoricidio”. Pero como es bien sabido, la realidad supera siempre a la ficción. A pesar de haber trascurrido cuatro siglos y que el significado de honor tiene un matiz muy distinto, la sociedad ha progresado poco en este aspecto. Desafortunadamente hemos pasado de lo que Calderón plasmaba como restauración del honor a la violencia de género, una auténtica lacra social del siglo XXI.

 

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