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José Luis Gómez devuelve al «Cantar de Mio Cid» su verdadera naturaleza

José Luis Gómez dirige e interpreta un espectáculo a partir del poema anónimo Cantar de Mio Cid, con música en directo de Helena Fernández
Gómez devuelve al Cantar a su verdadera naturaleza mediante un trabajo inusitado de juglaría para el siglo XXI, poniendo cuerpo y voz a las palabras germinales de la literatura hispánica y emitiendo el sonido de nuestra lengua medieval

Con motivo de la celebración del 25º aniversario de La Abadía, se presentó el trabajo en proceso, a modo de ensayo abierto. Bajo el título Mio Cid a secas, acompañado por Helena Fernández Moreno al piano que logra sonoridades sorprendentes, Gómez plantea una interpretación depurada y muy personal, como un juglar del siglo XXI. 
 
La primera semilla de este proyecto se plantó en 2014, cuando Gómez ideó el ciclo «Cómicos de la lengua», con motivo del tercer centenario de la RAE. Eran diez «lecturas en vida», acompañadas de un comentario académico, que juntas reflejaban el devenir de la lengua castellana desde el siglo XI hasta comienzos del XX. La primera lectura era, precisamente, el Cantar de Mio Cid, a cargo de Gómez, acompañado de la académica Inés Fernández-Ordóñez. 
 
Estas lecturas se presentaron en la sede de RAE, el Teatro Español, el María Guerrero, la sede temporal de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (Teatro Pavón) y el Teatro de La Abadía. Al hilo de la extraordinaria acogida se volvió a presentar el ciclo entero al año siguiente en la RAE y en La Abadía, y parte de él, en el Festival de Almagro y en otras ciudades. Desde entonces, Gómez dirigió Celestina asumiendo, además, el personaje de la protagonista, y realizó un espectáculo sobre los últimos meses de vida de Unamuno.  
 
Gómez siempre se ha esforzado por la palabra encarnada, la palabra entrañada, la palabra en acción, afrontando con placer la dificultad de transmitir el significado que puedan plantear textos como los de Valle-Inclán o Agustín García Calvo. Precisamente por ese interés fue elegido para entrar a la Real Academia Española y precisamente a la oralidad dedicó su discurso de ingreso. 
 
Ahora vuelve a la figura del Cid y, sobre todo, al lenguaje de este texto clave de nuestro idioma. 
 

Sobre el ensayo abierto de Mio Cid (febrero de 2020)
 
«El actor se sitúa en un escenario vacío, sin efectismos de iluminación y vestido con sobriedad. Apenas se desplaza mientras recita. Puede estar mucho tiempo sin despegar los pies del suelo, y sin embargo no resulta estático. Nos hace ver lo que cuenta con la precisión de los gestos, y su maestría es tal que recuerda a Aristóteles cuando elogia a Homero, predecesor del autor del Cantar, al señalar cómo decía personalmente lo menos posible para introducir, tras un breve preámbulo, a los personajes, siempre caracterizados. Es lo que hace Gómez: como narrador muestra neutralidad que se transforma en el momento en que da voz a multitud de personajes, de niñas a nobles, y al mismo Cid. Tono y volumen varían con firmeza y flexibilidad en torno a un rico muestrario de posibilidades expresivas que diferencian al instante a cualquiera que intervenga. Gómez consigue así superar el principal escollo autoimpuesto: la ininteligibilidad. Auxiliado por la maestra de filólogos Inés Fernández, revive a un juglar que utilizase la pronunciación del castellano original, tan diferente al español contemporáneo. Lo que en otras voces sería un problema, en la suya es una demostración de maestría». (Pedro Víllora, en Alfa y Omega).

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