Una producción que prometía ser, el día de su presentación en el Corral de Comedias, uno de los platos fuertes de la presente edición ha cumplido con creces las espectativas. Una cuidada y actual versión de Borja Ortiz de Gondra, y una magistral dirección por parte de Josep Maria Mestres, consigue mantener al público en tensión en todo momento, sin por ello quitar importancia al tema central de la obra de Tirso de Molina.
El reparto, e
El juego escénico se produce en una cuidada y bella escenografía, firmada por Clara Notari, que utiliza elementos giratorios, una gran escalinata de mármol que va a parar a una gran terraza con balaustrada y arcos, además de utilizar una gran pantalla al fondo donde se proyectan efectos del día con nubes que se mueven. Otro elemento de proyección son las cortinas que tapan, en ocasiones, la terraza.
La iluminación creada por Juanjo Llorens mezcla luz escénica general con cañones de luz, y con elementos individuales como son las linternas. Un gran trabajo para potenciar, aún más, lo que sucede en cada escena. El vestuario creado por María Araujo mezcla elementos clásicos con elementos actuales. Una bella combinación que resulta muy agradable al espectador. El Teatre Nacional de Catalunya también ha cedido elementos de vestuario.
En cuanto a la temática de la obra, qué decir que no se haya escrito ya sobre el mito de Don Juan. Y en la actualidad, qué no se ha dicho de ese abuso de poder de un seductor que pasa por encima de la honra de las mujeres y cómo, al mismo tiempo, se ríe de ellas. Pero los personajes femeninos de Tirso de Molina sí que denuncian, sí que alzan la voz para denunciar a este seductor hedonista que sólo busca su satisfacción personal como fundamento de la vida. De rabiosa actualidad el abuso de poder del hombre frente a la mujer, tratándola como si de un objeto se tratara.
En palabras del director de la obra, Josep Maria Mestres, nos cuenta que podemos empatizar con Don Juan. Se nos hace harto complicado que a estas alturas nos sintamos cómodos con un personaje como él. Al igual que tampoco entendamos ese castigo divino al final de la obra y queramos y esperemos algo más para que pague su comportamiento.
Una función más que recomendable allá donde vaya.