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«Dopaland. La tiranía de la felicidad» llega a La Villarroel de Barcelona, una comedia distópica sobre la felicidad y la tiranía de la sociedad de consumo

¿Cómo han cambiado nuestros hábitos de consumo?

¿Qué relación existe entre el consumo y el deseo?

¿Cuál es tu mapa de la felicidad?

Dopaland. La tiranía de la felicidad es un espectáculo que apunta directamente a la tendencia consumista ya la necesidad de rehuir los problemas de nuestra sociedad contemporánea. Ubicada en un parque de atracciones donde se busca la generación constante de dopamina, la llamada hormona de la felicidad, el montaje distorsiona la realidad con un juego distópico para denunciar el aislamiento emocional de la ciudadanía y el silencio frente a lacras como la depresión crónica, en la forma de un trabajador del parque que, ante un abuso flagrante, su protesta es vista como un atentado a la obligada atmósfera de diversión y felicidad que debe rodear siempre las instalaciones del parque y los sus visitantes.

Escrita y dirigida por Eu Manzanares (con dirección original de Sergi Pompermayer), e interpretada por Adriana Segurado y Felipe Cabezas, Dopaland. La tiranía de la felicidad es una comedia ácida que, a través del absurdo de un marco que no queremos reconocer como propio, expone las grietas de nuestro comportamiento.

Dopaland. La tiranía de la felicidad se representará a partir del lunes 4 de marzo de 2024 en La Villarroel

 

Sinopsis

Un hombre disfrazado de oso panda intenta superar una crisis con la ayuda de una terapeuta de la empresa. Él es Pandy-Pandy, mascota de DOPALAND, un parque de atracciones cuyo objetivo es la felicidad de sus clientes. Pandy-Pandy está desesperado. Y es que ha pasado algo gravísimo. Algo totalmente inadmisible, que le puede hacer perder su trabajo en el maravilloso mundo de DOPALAND.

Dopaland. La tiranía de la felicidad es una comedia crítica y ácida, que relaciona la precariedad laboral con la imposición de la felicidad. Este «bonrollismo» superficial que adoptan cada vez más empresas. De puertas hacia fuera, para limpiar su imagen; de puertas hacia adentro, para desactivar los brotes de rebeldía frente a los descontentos laborales del personal. Un positivismo tóxico al servicio de un sistema que nos quiere obedientes y complacientes a toda costa.

 

 

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