El Teatro de La Abadía presenta Los yugoslavos, la última obra del dramaturgo y director artístico de la casa, Juan Mayorga. Javier Gutiérrez, Luis Bermejo, Natalia Hernández y Alba Planas dan vida a un texto que reflexiona sobre aquellos lugares que, como Yugoslavia, tienen luces y sombras
Aunque existe una versión anterior de esta ficción, estrenada en el teatro Bitef de Belgrado en 2013, Juan afirmaba durante la presentación: «Una obra es una indagación que excluye a la obra acabada. Siempre estoy dispuesto a dar a cada personaje una segunda oportunidad». La propuesta, por tanto, se considera como la última obra del director. Esta se sucede entre cuatro espacios que conviven más allá de la escenografía: un bar, una casa, una ciudad y un mapa. Lugares y no lugares que los personajes habitan e imaginan. Para la construcción de esos espacios ha sido crucial la escenografía -que firma Elisa Sanz-, el sonido -de Jaume Manresa– y la luz -de Juan Gómez-Cornejo-, grandes profesionales para esta producción del Teatro de La Abadía, para la que Juan Mayorga vuelve a contar con dos creadores arraigados a la institución en su treinta aniversario como son Elisa Sanz y Juan Gómez Cornejo.
Cuatro personajes buscando el rumbo
Luis Bermejo, Javier Gutiérrez, Natalia Hernández y Alba Planas conforman el elenco de Los yugoslavos, tercer montaje del dramaturgo y director Juan Mayorga para el Teatro de La Abadía, tras María Luisa (2023) y La colección (2024). Los cuatro han estado en la presentación a los medios para hablar de sus personajes, empezando por Javier Gutiérrez, que interpreta a Martín, el camarero que anhela volver a hablar con su mujer, Ángela (Natalia Hernández). «Martín es un enamorado de su negocio, de su bar, y yo he querido homenajear a mis tíos con este personaje, ya que ellos regentaron un bar en el barrio de Lapaviés. Yo veía el amor que sentían por el bar, por el cliente, por las varices de jornadas desde las 5 de la mañana a las 12 de la noche». Luis Bermejo, actor ligado desde sus comienzos a La Abadía, da vida a Gerardo, el misterioso cliente que entra en el bar, «un hombre varado y sin rumbo que se explica a sí mismo acercándose al secreto de otra persona». Y añadía que «Los yugoslavos habla de la dificultad que seguimos teniendo para amar».
Por su parte, Natalia Hernández, que vuelve a La Abadía tras La ternura, daba algunas pinceladas sobre su personaje, Ángela: «Nunca había tenido un personaje que contara tanto con tan pocas palabras. Es una delicia cómo expresa su tristeza a través de las palabras de Juan». Por último, Alba Planas, que aborda su tercera incursión teatral tras Los Pálidos y El descaste, completa un elenco en el que la juventud de su personaje juega un papel crucial en tanto en cuanto «es el eslabón entre la adolescencia y la edad adulta que representan mis compañeros. Creo que Cris descubre la crueldad del mundo a la vez que el amor. Experimenta ese despertar que hemos vivido todos y todas».
Sobre Los yugoslavos
En Los yugoslavos todo empieza cuando un camarero oye la conversación de un cliente con otro hombre. Tras la salida del hombre, el camarero le pide al cliente que hable con su esposa, quien lleva callada mucho tiempo. Solo ese cliente podrá saber qué le pasa a su mujer. Los personajes protagonistas son dos hombres que intercambian palabras y dos mujeres que intercambian mapas. Pero también es una obra de objetos perdidos, de personajes que nos recuerdan a otros del corpus de Mayorga, de un padre y su hija, del rugir de una ciudad, de un bar sin cocinero. Una función en la que ningún personaje pisó Yugoslavia. El título alude a un lugar donde se «juega de verdad y las mujeres bailan», un espacio donde quizás se reúnan personas que tendrían en común haber nacido en un país que ya no existe. ¿De dónde son las personas de los países que ya no existen?