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Viacrucis, el musical: Un camino de espinas en nuestras vidas

Tras su éxito en la Mezquita-Catedral de Córdoba (donde se estrenó en marzo de 2022), Madrid (en la Catedral de la Almudena), en Valladolid (Catedral de Nuestra Señora de la Asunción) y en la Basílica del Pilar de Zaragoza, esta composición musical volvió a la capital con cuatro únicas funciones del 28 al 31 de marzo, con entradas agotadas en todos sus pases. Una forma renovada y actual de vivir el camino de Jesús desde su prendimiento hasta su crucifixión, sepultura y posterior resurrección.

El artífice de este espectáculo musical y espiritual es Toño Casado, sacerdote y artista de reconocido prestigio dentro y fuera de los círculos religiosos. Los más teatreros quizá lo asocien a su anterior y gran construcción, 33, El Musical, que le granjeó el éxito de la crítica y de sus asistentes, en los que me incluyo. Nunca había sentido una emoción y una sensación de bienestar tan profundas en un espacio teatral. Su sabiduría musical, acompañada de su inquietud, le han llevado a crear una obra pastoral, personal, emocionante, sorprendente y renovada, donde estoy convencido de que más congregaciones religiosas de la geografía española querrán albergar. Antes de entrar en el templo, donde pude comprobar la gran expectación y la larga fila de acceso, dudaba de si sería o no acertado una representación teatralizada, de si sería capaz de mantener la atención del público y de, incluso, si era o no un lugar adecuado para llevarla a cabo. En la duda hay reflexión, pero si por algo nos caracterizamos los seguidores de Jesús es por creer sin ver. Les aseguro y animo a que tengan fe porque estamos ante una experiencia sobresaliente del que el mismo Papa Francisco ha definido como “genial, que ha hecho mucho bien”.

El propio Toño Casado nos explica en el programa de mano que su objetivo es recorrer de nuevo la última senda del Nazareno, escuchar su voz, y sentir cómo nos habla de manera individualizada, porque “Él nos sigue acompañando en este camino de la vida, muchas veces difícil pero lleno de esperanza”. Como hacía referencia en el primer párrafo, cada uno de nosotros vivimos un camino difícil y, aunque a veces no lo veamos, tenemos a nuestro lado Cirineos que nos ayudan, Verónicas que nos recuerdan quiénes somos, mujeres que no temen represalias y una Madre, que física o no, siempre está con nosotros. Esta sencilla traslación a lo vivido por Jesús es una de las grandezas de esta representación. Podemos, en primer lugar y de una manera rápida y fácil, reflexionar no sólo quiénes son nuestros compañeros de viaje, sino quién queremos ser nosotros en la vida de los demás porque todos estamos en este camino. En segundo lugar, y quizá de forma implícita y profunda, es un impulso para orar, pues el Viacrucis es también un camino de oración, y qué mejor forma de hacerlo que a través del canto. Ya saben que, según San Agustín, “quien canta ora dos veces”. A su vez, Casado nos invita a que cuando abandonemos la parroquia nos sintamos “con más fe en nosotros mismos y en Dios” y nos asomemos “a los grandes misterios de nuestra vida”. Por mi parte, y vistas las caras de emoción y satisfacción de los demás asistentes, objetivo conseguido.

Desde una mirada más teatral, Viacrucis, El Musical parte de los evangelios y de la lectura de las catorce estaciones –narradas por figuras de la comunicación (Nieves Herrero, Mario Alcudia…), la música (Nacho Cano, Dj Nano…) y de la sociedad en general (Irene Villa o Ambartxu…) – para dejar paso a canciones que glosan, profundizan y potencian tanto el propio mensaje, como el punto de vista de los protagonistas que formaron parte. Aquí radica otra de las esencias de esta creación, la profundidad y emotividad de las letras impregnadas en poesía, la fuerza de la palabra, la contundencia del mensaje y la capacidad de interpelarnos. Virtudes atribuibles en primer lugar al ingenio y talento de Toño Casado, pero también a todo su equipo, definido por él mismo como un grupo de amigos sumados a la causa y reunidos en torno a Jesús.

El aspecto musical también está a la altura de todo lo mencionado. Las melodías son fácilmente reconocibles, memorizables e interpretadas en directo por una orquesta, que me recordó a los acompañamientos musicales de los pasos procesionarios. Los encargados de darles voz son cantantes de reconocido prestigio en el teatro musical como Adrián Salzedo, en el papel de Jesucristo, con una versatilidad vocal sobresaliente. Laura González Serrano, como María, quien nos regala los momentos más emotivos. María Virumbrales como la Verónica, con una fortaleza bárbara y Laureano Ramírez encarnando al Cirineo con una rebeldía desgarradora. Sin olvidar al propio Toño Casado que nos deja boquiabiertos protagonizando los momentos más duros de este viaje inmersivo a la Semana Santa, desde la tradición de las procesiones a los grandes musicales de Broadway.

Como en cualquier espectáculo, el cómo es tan importante como el qué. Sinceramente, y aunque en un primer momento me sorprendió, no se me ocurre mejor lugar para este musical que un templo, un espacio de culto, respeto y recogimiento y a la vez de celebración compartida; por no hablar de la sobresaliente acústica. A pesar de no contar con una productora detrás de esta creación, la genialidad y el trabajo del equipo hacen que el decorado de esta parroquia intervenga en la propia acción de la representación dejando imágenes preciosas para el recuerdo. La iluminación, creada exprofeso con la complicación que ello conlleva, es sensacional e incluye juegos de luces y posiciones. Una iluminación que debe servirnos para alumbrar nuestro camino hacia la solidaridad, la ayuda y el bien común.

 

Viacrucis, El musical es una obra pastoral, personal, emocionante, sorprendente y renovada de Toño Casado, de la voz y mano de sobresalientes músicos y cantantes, para revivir con Jesús su camino al calvario y servir de guía para el nuestro

 

 

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