Llega la última producción de la presente temporada, MARINA. Si a cualquier aficionado a la lírica le preguntáramos sobre sus preferencias en los grandes títulos de nuestra ópera y zarzuela del siglo XIX, siempre Marina ocuparía un lugar de honor. Y es de justicia que así sea porque la música del compositor navarro, de Emilio Arrieta, es de una inspiración sublime, de una inteligencia narrativa colosal y de una finísima sensibilidad.
Se trata de una obra colosal, por su arquitectura compositiva y su instrumentación, pero sobre todo por su enorme capacidad de descripción de los personajes que habitan en ella y de las situaciones que desarrolla. Es indudable su tendencia melodramática y enredosa en la trama, pero responde a la tendencia de su época y al gusto por esa sensibilidad. No obstante, Marina, es más que una descripción lírica del mundo marinero. El mar de Arrieta, a pesar de ser el apacible Mediterráneo de las costas de Levante y las playas de Lloret, simboliza en sus tempestades, en sus olas y sus vórtices, las pasiones descontroladas de los protagonistas que pueblan la obra. No son marineritos de primera comunión, sino lobos de mar, sudorosos trabajadores de los astilleros o marinos intrépidos quienes se enfrentan en la lucha por la atención, en amor y la compañía de la protagonista, mujer confundida y asustada, que con su aturdimiento ante la llegada del amor marino, genera todo el embrollo de la trama.
Ignacio García