Masescena - Cayo César, un hombre que creyó que en este mundo, y en el otro, nada está hecho a su medida

AÑO VII  Número 345

28 MARZO 2024
PODRÁ VERSE HASTA MAÑANA DOMINGO EN EL TEATRO ROMANO DE MÉRIDA A LAS 22,45 HORAS

Cayo César, un hombre que creyó que en este mundo, y en el otro, nada está hecho a su medida

El pasado miércoles el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Atakama Creatividad Cultural estrenaban en el marco del Teatro Romano la penúltima de las producciones que componen la programación oficial de este año, Cayo César, escrita por Agustín Muñoz Sanz, y dirigida por Jesús Manchón. La obra es la última de las propuestas extremeñas que este año pisan la arena del teatro. Y eso, se notó. Se notó porque el público, en pie, ovacionó la interpretación del grueso de la compañía. Aunque, el más aplaudido, sin duda, fue Juan Carlos Tirado, ovacionado con aplausos y palabras que el respetable dedicó al actor extremeño.

Y es que Tirado supo entrar en Cayo César, o mejor dicho, en Calígula, para mostrar la tiranía y excentricidad de un ser malvado, tirano, retorcido y perverso, que pasó a la historia de Roma por no hacer nada trascendental por su pueblo y el senado. Bueno, algo sí hizo, como nos muestra un pasaje de la obra de Muñoz Sanz, y es la fundación de un prostíbulo que buenos ingresos dejaron en el tesoro público de la ciudad.

Agustín Muñoz Sanz ha sabido captar bien la esencia de Cayo César, y ha mostrado durante más de hora y media, diversos pasajes del a vida del emperador. Pasajes que parten del reinado del emperador. Pero no hay que olvidar que Cayo César de niño acompañó a su padre en sus expediciones militares por Germania, donde se calzaba con las caligas de los legionarios, quienes le dieron el sobrenombre afectuoso de «Calígula» («botitas»). No tuvo una infancia feliz, y en su madurez acusó esa falta de cariño.

 

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Su administración tuvo una época inicial marcada por una creciente prosperidad y una gestión impecable; no obstante, una grave enfermedad que sufrió el emperador marcó un punto de inflexión en su modo de reinar. A pesar de que una serie de errores en su administración habían derivado en una crisis económica y en una hambruna, emprendió un conjunto de reformas públicas y urbanísticas que acabaron por vaciar el tesoro. Acuciado por las deudas, puso en marcha una serie de medidas desesperadas para restablecer las finanzas imperiales, entre las que destacó la de pedir dinero a la plebe.

En sus últimos años de vida estuvo envuelto en una serie de escándalos entre los que destacan mantener relaciones incestuosas con sus hermanas e incluso las obligó a prostituirse. El 24 de enero del 41 fue asesinado por los ejecutores de una conspiración integrada por pretorianos y senadores, y liderados por su praefectus, Casio Querea. El deseo de algunos conspiradores de restaurar la República se vio frustrado cuando los pretorianos declararon emperador al tío de Calígula, Claudio, el mismo día del asesinato. Una de las primeras acciones de Claudio como emperador fue ordenar la ejecución de los asesinos de su sobrino.

Existen pocas fuentes supervivientes que describan su reinado, ninguna de las cuales lo refiere de manera favorable; por el contrario, las fuentes se centran en su crueldad, extravagancia y perversidad sexual, presentándole como un tirano demente. Un personaje jugoso al que Juan Carlos Tirado dio vida y al que quiso entregarle “la luna soñada”.

La escenografía, firmada por Miguel Ángel Castro “Mikelo”, mostró varios árboles de pequeño tamaño y sin hojas, movidos por el viento hacia varios lados de la escena. Un trono de color verde, un piano de cola, y varios elementos pesados completaron la escena. Vestuario y atrezzo estuvo firmado por SHS Creaciones Escénicas, y la iluminación aparentemente improvisada de Francisco Cordero.

 

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Durante la representación toma un especial protagonismo la Danza y la Música, en directo. La música, a cargo de Abraham Samino, que con maestría acarició las teclas del piano de cola para imprimir mayor o menor intensidad al drama. Es cierto que en algunos diálogos el piano sobraba y podía llegar a poner nervioso al espectador por no poder escuchar con claridad. La Danza, con coreografías de Gema Ortiz, también adquiere un protagonismo importante en el transcurso de la obra. Ortiz manejó a la perfección las situaciones en las que la muerte se hacía presente mediante los brazos y manos de Gema, a años luz del resto de integrantes que se atrevieron con una coreografía casi al inicio de la función y que pudo parecer complicada de entender, además de alargada en el tiempo. El excesivo uso de la “orchestra” durante el desarrollo de la función no fue del agrado de todos.

El reparto fue equilibrado, encabezado, como apuntábamos antes, por Juan Carlos Tirado, y nutrido por Rocío Montero, Miguel Ángel Latorre, Fernando Ramos, Manuel Menárguez, Javier Herrera, Juan Carlos Castillejo, Paca Velardiez, Sergio Barquilla y Beatriz Solís.

El próximo miércoles 19 de agosto, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida pondrá punto y final a sus estrenos con Penélope, de Magüi Mira, basado en la Odisea, y cuyo elenco estará encabezado por Belén Rueda y María Galiana. 

 

 

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